jueves, noviembre 15, 2001

Me despierto. Le doy un beso a la foto de mi novia. Voy al baño. Pongo la radio. Me afeito. Me ducho. Salgo. Me visto. Desayuno viendo algo en la tele y me voy al curro... Actos simples que realizamos envueltos por una somnolencia que no nos deja ver mas allá de nuestras propias legañas. Hoy, en Kabul, un hombre de cuyo nombre no puedo acordarme ha podido hacer lo mismo. Todos nos alegramos, sobre todo los dueños y amos de las “gillettes”, “sonys” y “ playboys” de turno que ya ven el negocio. Pero los que más se alegran son, cómo no, los habitantes de Kabul. Aún les queda mucho. Tienen que recuperar el tiempo perdido, las barbas no afeitadas, las “conejitas” no manoseadas... Ánimo. Una sola cosa les recomiendo: no tratéis de recuperar los programas atrasados de “crónicas marcianas”, para eso mas valía seguir sin tele.

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