lunes, enero 31, 2005

Estoy en un curso de la escuela de negocios Kellogg en el que profesor trae a clase a una ayudante –una mujer por encima de los 40- que se limita a registrar en una lista las intervenciones de los alumnos en clase. La tía tiene dos listados: uno con las fotos de los alumnos y otro para apuntar las participaciones.

Digas lo que digas, sea una pregunta, un comentario o una obviedad –las más-, ella mira si tienes delante de ti una placa con tu nombre (los chicos del MBA, mayoría en la clase, tienen cada uno su plaquita y la llevan de clase en clase) y pone una rayita en la lista. Si no tienes la ridícula plaquita y aún no sabe tu nombre, te localiza entre las fotos.

La participación cuenta un 10% de la nota final, así que la lucha es feroz por meter baza. Se llegan a escuchar gilipolleces increíbles. Lo peor es que la chorrada ralentiza la clase una barbaridad –somos 50- y nunca da tiempo a ver más de la mitad de lo previsto para cada sesión.

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