viernes, abril 11, 2003

Tremendo Albert. Tremendo Pla. Tremendo. Lugar: Colegiata de San Juan Bautista (Gijón). Fecha: 20:00h/ 10.4.2003. Fecha para la historia. Entrada libre y gratuita hasta completar aforo. Organiza: Cajastur (su obra social y cultural). El marco no podía ser más apropiado. Una antigua capilla convertida hoy en centro cultural (exposiciones, conferencias, conciertos...). De bote en bote. La organización del concierto tuvo que meter a la peña hasta en los púlpitos. Donde antaño hubo un altar, ahora una butaca, dos sillas, tres micrófonos, luces y una mesa de mezclas. Yo en segunda fila tras hacer una hora de cola. Con 15 minutos de retraso salta Judith al "escenario". Sólo unos vaqueros y un sujetador. Es la chica de la mesa de mezclas. La cosa promete. Sonido de guitarra. Entre la gente, de pronto, un ermitaño con guitarra y poesía susurrada. ¡Qué grande y qué pequeño a la vez! Canciones de 10 minutos o más. Es un showman. Mezcla de concierto, performance y teatro. A la segunda canción Judith largó el sujetador y nos obsequió hasta el fin de los días con la visión de sus lindos y desafiantes pechos. ¿Lo he dicho ya?, yo en segunda fila. Sale Diego, gitano grande y Grande, un moustro de la guitarra. No comment. Se arma la de dios en su ex casa. Rumbitas catalanas, monólogos mordaces, consignas AlbertPlanianas, interacción con el público. A la tercera canción, llega la comunión (palabras textuales). Diego nos deleita con su magia mientras Pla y Judith (domingas al aire) distribuyen "cigarritos de la felicidad" desde el ábside hasta los confesionarios. Todos más animados. Un buen rollo que te cagas. Buenos músicos, buenas letras, buen ambiente, gracía, ironía, espectáculo, generosidad y entrega. Albert aparece y desaparece, se mezcla con el público, los toca, les deja su guitarra, me pone la mano en el hombro... Temas de ayer y hoy. ¡Qué tarde! Las dos horas más breves y baratas de mi historia. En fin, tenía que contarlo o explotaba.
Ah, y el día antes, más de lo mismo, sólo que en Oviedo y con Hilario Camacho, otro grande olvidado. Una vez más: Cajastur.

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