martes, agosto 27, 2002
Hace un par de meses me decía un amigo marroquí que estudia Traducción algo así: "No sabes la suerte que tienes de haber nacido a unos 300 km. al norte de donde vive mi familia. Está mi padre como loco porque no encuentra un esposo para mi hermana. Está muy delgada y no le dan a mi padre ni dos camellos por ella. Dicen que es una mala reproductora". Yo me quedé algo aturdida y le dije: "Malec, si es ése el problema, mi padre es el que tiene suerte. Si yo hubiese nacido en Marruecos, sería mi padre el que tendría que aflojar la mosca (o camello) para que algún alma caritativa se casara conmigo". Digo esto porque hoy vuelve a ser noticia la violencia doméstica, y es que no hay lugar del mundo donde ser mujer no sea una condición de tintes más o menos peyorativos inexorablemente unida a la frase "son todas iguales". No reivindico nada (es peor), pero tampoco puedo dejar de luchar por el "alterum non laedere".
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