martes, agosto 12, 2003
Me halaga mucho comprobar que hay alguien por ahí que me admira por mi intelecto (que es lo único que conocen los seguidores de Moustros), y debería cundir el ejemplo... Lo cierto es que, sin embargo, la industria de la belleza (la física) es la que más prospera después de la armamentística (paradójico). Para comprobarlo, me metí hace unos días en una de esas tiendas que huelen tan bien, donde se venden todos los productos necesarios para triunfar como objeto sexual, un establecimiento absolutamente contradictorio con el feminismo pero adonde acudí arrastrada por una amiga que me lleva diciendo un mes que "no me saco suficiente partido". Sufrí lo indecible, porque he vivido mucho tiempo sin saber que mi cara es mixta, que necesito una hidratante, y sobrevivo de milagro sin retinol ni colágeno, ni base de maquillaje. Tras adquirir el corrector de imperfecciones (curioso aceite que disimula durante 8 horas ni más ni menos cualquier defecto de la piel), me forzaron a rellenar los datos para obtener la tarjeta descuento, y me regalaron la última tecnología aplicada a la cosmética: maquillaje y barra de labios con brillo de larga duración, resistente a la comida, a la noche y al día, que me apliqué allí mismo anteayer y voy a tener que quitarme con espátula, porque no hay otra forma de deshacerse de ellos.
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